domingo, 28 de agosto de 2011

Francisco Zarco, lectura

Como la revisamos en clase dejo constancia en este blog de su contenido. Texto escrito por uno de los liberales mexicanos más caracterizados de la segunda mitad del siglo XIX.

Llamo su atención hacia algunas posiciones que Zarco tuvo en este artículo en momentos en que no se había producido la ruptura con la iglesia católica.


La Educación del pueblo (1850)

Francisco Zarco (1829-1869)

Nada es más contrario a los adelantos morales y materiales de cualquier país que la ignorancia del pueblo. Sin instrucción en todas las clases de la sociedad, todas las instituciones son imperfectas, no pueden generalizarse los derechos políticos y es seguro el triunfo ciego de las facciones, sin que se procure aumentar la fuerza y respetabilidad de la nación. Las leyes no están al alcance de todos y así ni pueden cumplirse, ni reclamarse las faltas de los funcionarios. La ignorancia del pueblo que tanto conviene a los gobiernos despóticos, en que la ley es la voluntad o el capricho de uno solo es sumamente perjudicial a la suerte de las democracias, porque un pueblo ignorante está muy expuesto a extraviarse, a abusar de derechos que comprende imperfectamente y a ser seducido por los que buscando su engrandecimiento personal hacen lisonjeras promesas que nunca pueden cumplir.
Una iglesia y una escuela son las primeras necesidades de cualquier pueblo, por pequeño y reducido que sea, y a ellas debe atender la autoridad. La instrucción debe ser un derecho del ciudadano y la sociedad debe darla a todos sus hijos, fundando escuelas primarias en todas partes. Y decimos primarias, porque creemos que con esto basta; dense al individuo los medios necesarios, los primeros elementos de instrucción y después él perfeccionará y aumentará sus conocimientos. Enséñese al pueblo a leer, a escribir, elementos de aritmética y sobre todo las verdades de una religión consoladora; explíquesele lo que es la Constitución de la patria, las obligaciones que tiene para con ella y con esto sólo se facilitará el adelanto en los conocimientos más elevados. Escuelas primarias es lo que debe fundarse en toda la extensión de la República sin omitir esfuerzo de ninguna clase ni el poder federal, ni las autoridades de los estados. Esto es lo que más importa para asegurar el futuro bienestar de México y hacerla marchar en la senda de la civilización y de la democracia. No por esto queremos que se desatiendan los establecimientos científicos o literarios que son ya el honor del país, nada de eso, pero esos establecimientos si bien reclaman protección, la encuentran de los mismos particulares interesados en perfeccionar la educación de sus hijos. No queremos que se intente hacer un pueblo de literatos pero sí que se disipen las tinieblas en que yace sumergida la inteligencia en una mayoría inmensa de mexicanos.
La raza indígena sufre hoy la misma abyección que sufría en tiempo del imperio azteca y su suerte se mira con el mismo abandono con la que la miraban los conquistadores. Los resultados son la sublevación de Yucatán, la de la Sierra (Gorda) y quien sabe lo que podrán ser en lo de adelante, si no se evitan a fuerza de medidas sabias y bien calculadas.
Pero lo repetimos, menester es que la instrucción primaria sea un deber de la sociedad, igual para todos sus hijos; que esa instrucción sea civil y religiosa y vigilada por el Estado; para que en lo más importante para la existencia política del país no se
dicten sólo medidas aisladas y que carezcan de uniformidad.
No sólo se necesita instruir a la infancia sino a hombres de todas las edades y para esto son indispensables las escuelas dominicales a las que pueden concurrir los artesanos, por cuya suerte hemos manifestado tanto interés.
Sobre todo lo expuesto llamamos mucha la atención de las autoridades y creemos que no es difícil conseguir lo que proponemos. La paz de que goza la República es muy a propósito para emprender estas mejoras sociales cuya importancia no se niega por ningún partido y es seguro que en todas partes los particulares contribuirán gustosos al adelanto de la instrucción del pueblo.
Los maestros deben ser examinados antes de ejercer su honrosa profesión, deben ser vigilados por la autoridad y los que tengan mejor éxito en sus nobles tareas, deben ser recompensados por la sociedad que recibe de ellos el mayor bien. En esto nos encontramos aun con una añeja preocupación que hace mirar con desprecio al maestro de escuela, y que haces casi un apodo de esta profesión. A pesar del respeto que merezca lo antiguo, muy fácil es destruir esa necia preocupación honrando como merecen a los ciudadanos que se dedican a generalizar la instrucción.
Para hacer más eficaz y más rápida la ilustración del pueblo, debe contarse con la cooperación de una clase de la sociedad que muy mal pintan sus fingidos defensores, El Clero. El clero mexicano ha sido un ejemplo de virtudes cristianas, ha manifestado nobles sentimientos patrióticos, de su seno salieron los primeros caudillos de nuestra independencia y a pesar de la discordia en que un partido quiere colocarlo con la sociedad entera, él sigue cumpliendo su misión evangélica de una manera digna y honrosa, sin pensar en turbar la paz ni alternar las instituciones del país. Confesamos, sin embargo, que hay unas cuantas excepciones individuales, por la seducción de ese partido y por ignorancia tal vez, pero nunca con perversas miras. Pues bien, ese clero puede contribuir muchísimo a la civilización del pueblo, que el párroco sea el padre de sus feligreses, el apoyo de la miseria, el modelo de la virtud y el respeto a la ley, que procure inculcar las máximas santas del cristianismo, que procure desarraigar bárbaras preocupaciones, destruir el fanatismo y el pueblo adelantará y venerará siempre a los ministros de Jesucristo. Los obispos debieran trabajar con empeño por el establecimiento de misiones en las fronteras y en los pueblos de indígenas, debieran procurar que parte el clero se consagrara a la educación popular, sujetándose a las prevenciones de la autoridad civil en cuanto a las materias y métodos de enseñanza.
Para que se vea que no nos mofamos de todo lo antiguo, sólo porque es antiguo, recordamos una disposición contenida en las leyes de Indias, en ese momento honroso para España en muchos puntos y que previene que en todos los conventos de ambos sexos haya una escuela gratuita para la clase pobre. Creemos que el señor ministro de negocios eclesiásticos y los señores obispos deben procurar que se cumpla con esa disposición que tiende a generalizar los conocimientos y dar al clero respetabilidad, haciéndolo muy útil a la sociedad.
La instrucción primaria es un asunto que reclama por su importancia la atención de los legisladores y en el que debe obrarse con actividad para que México pueda consolidar sus instituciones y su prosperidad. Francamente hemos indicado algunas medidas que juzgamos a propósito; en este particular sólo deseamos el bien del país, sin detenernos en mezquinas consideraciones de partido. Si nos equivocamos, nuestro error es hijo de la mayor buena fe, y si se nos hace conocer no tendremos inconveniente en confesarlo pero sea con estos medios, sea con otros mejor calculados, insistimos en que la instrucción primaria debe ser un derecho del ciudadano y en que esa instrucción civil y religiosa y siempre vigilada por la autoridad.

Fuente: Revista Educación 2001, # 22, marzo de 1997, pp. 54-55, que lo tomó de las Obras completas de Francisco Zarco, México, Centro de Investigación científica Jorge L. Tamayo, 1989, pp. 240-243.

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